En los últimos días he recordado una conversación que sostuve hacer un par de años con un conocido sobre la movida cinematográfica de Venezuela. Entre otras cosas, le comenté que veía muy difícil una mejora en un ambiente laboral como el que se vivía en Venezuela (y eso hace dos años, que la cosa no estaba tan mal). Por supuesto que veía como una posibilidad, y la sigo viendo, de que salgan obras interesantes por individualidades de ciertos cineastas lo suficientemente atrevidos como para romper esquemas y hacer producciones que resulten interesantes no sólo acá, sino también en el exterior. Pero cuando esto ocurra – le decía yo – será a pesar de instituciones como la Villa del Cine, y no gracias a ellas.
Él defendió la existencia de la Villa creando un paralelismo con Cinecittá, que para él cumplió una función importante en su momento. Y sí, mi amigo era chavista. Me pareció un poco risible que él mismo comparase a la Villa con una institución creada por Mussolini para hacer producciones claramente propagandísticas a favor de su régimen. Más risible aún resulta, para cualquiera que conozca la historia del estudio italiano, saber lo irónico del devenir de Cinecittá: se convirtió en productora de Spaghetti Westerns y lanzó la carrera de actores hyper-gringos como Clint Eastwood. Quién sabe cuál será el destino, entonces, de la infame VIlla.
Para cerrar la conversación, le dije que más allá de la semántica, había un problema más grave que era la situación económica del país, algo que había forzado (y seguiría forzando) a muchos cineastas a irse. Probablemente los más valiosos cineastas de Venezuela no están ya en el país, o no lo estarán en cuestión de cinco años. Él sonrió socarronamente y me dijo: “creo que estás mezclando cosas que no tienen nada que ver”, probablemente porque desconoce casos como el de Guillermo del Toro, cineasta que estuvo radicado en México hasta el momento en que le secuestraron un hermano. Al sol de hoy, las producciones de Del Toro por lo general dan de comer a técnicos norteamericanos o españoles, o en el mejor de los casos, mexicanos radicados en el extranjero.
Claro que este conocido, hace dos años, bebía insaciablemente de la teta de TVes. Tal vez su visión ha cambiado con el cambio de directiva, política empresarial y, sobretodo, presupuesto de la “televisora social”.
La Pirámide
La pirámide donde estoy sepultado no es una egipcia. Para que este fuese el caso, tendría que haber sido un faraón egipcio que pasase al más allá hace varios milenios. No, la Pirámide de la que hablo es esta:
Si estudiaron Comunicación, Relaciones Industriales o algo que se le parezca, probablemente están familiarizados con la Pirámide de Maslow. La teoría propone una evolución modular mediante la cual el individuo a medida que va satisfaciendo ciertas necesidades, finalmente llega hasta la autorrealización personal que le permitirá ser creativo, resolver problemas y (bajo una óptica liberal) contribuir activamente al desarrollo de la comunidad.
Esta pirámide, al igual que la mayoría de los esquemas, creo que funciona únicamente como una guía. Por ejemplo, la ausencia de trabajo puede causar falta de sueño (necesidad fisiológica), o se puede tener afiliación aún teniendo necesidad de seguridad. En todo caso, sepan que esta teoría es bien conocida por muchas empresas, que en muchos casos quieren sustituir nuestra sensación de seguridad, haciendo trampa y metiéndonos un discurso de afectividad hacia la empresa. Yo estuve al menos en dos empresas que pagaban unos sueldos de regulares a mediocres, pero que a la hora de celebraciones siempre salían con el eslogan “somos una gran familia”. Honestamente, creo que si mi apellido fuese Granier o Cuscó y en realidad fuese de alguna de esas “grandes familias” mis ingresos serían extremadamente diferentes. En todo caso, es una estrategia peligrosamente efectiva, y si no, revisen los grafitis que dicen “con hambre y desempleo, con Chávez me resteo”. Porque sí, señores de izquierda, no sólo las malvadas empresas utilizan estas tácticas, los gobiernos también.
¿A qué viene todo esto? Bueno, mi preocupación es grande, pero sin querer abarcar todo el país, me voy a remitir al sector que mejor conozco: la producción audiovisual. Cuando tanto la sociedad como las empresas ofrecen tan poca seguridad, ¿cómo se pretende que exista personal creativo, espontáneo y que pueda solucionar problemas'?
Pero esas son preguntas para los llamados “gerentes” de las empresas productoras. A mis colegas venezolanos que trabajan en los sectores creativos, les formulo la pregunta, ¿cómo hacer para mantenerse motivado en un mercado laboral cada vez más reducido, con sueldos más miserables y viviendo en un país cada día más inseguro? Y esto no es un desahogo, realmente me gustaría conocer sus opiniones.
Por cierto, he aquí una interesante teoría sobre qué nos motiva realmente:
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