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domingo, 6 de abril de 2008

La estrategia de la deshumanización


Cuando era chamo me encantaba Transformers. Ahora bien, por alguna razón que no podía entender, de alguna forma extraña Optimus Prime me daba miedo… casi más miedo que Megatron. La razón la entendí hace poco cuando vi la versión de Michael Bay, y me di cuenta que habían transformado a Megatrón, según explicaba el diseñador de producción, “para darle una imagen menos antropomorfa”.

La razón es muy evidente. Los seres humanos nos solidarizamos con cualquier cosa que parezca humana. En las películas de Pixar cualquier objeto puede adquirir cualidades humanas por razón muy particular: que nos importe y que nos afecte cualquier cosa que le pase. Pero en el otro lado de la moneda se encuentra una estrategia bastante más perversa: la deshumanización.

Un ejemplo muy puntual. Para aquellos que siguen la saga de La Guerra de las Galaxias, verán cómo en los Episodios 2 y 3, cuando los clones son “buenos”, nos cansamos de verlos hablando sin su casco (aún en el campo de batalla por cierto) con la finalidad de que como espectadores nos conectemos con ellos. Tienen que ser buenos, porque son como nosotros. Tan pronto a finales del Episodio III se vuelven “malos”, más nunca en el resto de los Episodios les volvemos a ver la cara. La intención: que nos olvidemos de que son seres humanos.

Otro caso es la película Top Gun. En la lucha aérea entre gringos y rusos, F-16 contra Migs, podemos ver a los pilotos gringos con sus cascos cool; pero más importante aún, podemos ver sus ojos, sus expresiones y entender lo que dicen. Los pilotos rusos se limitan a unos cascos completamente impersonales que no nos dejan ver las cualidades humanas de los pilotos, quienes murmullan un ruso inentendible, casi como un ruido de insectos… ¿La razón? Que nos preocupe si le pasa algo al pobre de Tom Cruise, pero que nos de lo mismo si vuelan a uno de esos anónimos pilotos rusos…

Mike Myers se burla muy bien del asunto en Austin Powers: International Man of Mystery cuando ajustician a cualquier extra secuaz del malvado y vamos a una escena donde vemos a la familia o a un grupo de amigos recibiendo la fatídica noticia. “Nadie se preocupa de nosotros, los familiares de los secuaces”, dice una sollozante esposa mientras abraza a su hijo.

¿Tiene algún punto este post? Bueno, tal vez recordar que cuando queramos echarle la culpa de todo a las “malvadas corporaciones” hay que recordar que éstas no son seres abstractos que toman decisiones, sino que están lideradas por seres humanos, nos guste o no. Igual ocurre con los políticos, los empleados, los consumidores, los espectadores, los de derecha, los de izquierda, los asaltantes, los asaltados, los militares, los secuestrados, los empresarios… Cada uno de ellos portador de una etiqueta destinada a ver a un ser humano como un número más, o como diría Pink Floyd, “otro ladrillo en el muro”.

Más terrible y preocupante es cuando es el mismo ser humano quien decide “deshumanizarse” y no sólo ve a los demás de esta forma, sino que se ve a sí mismo así. El individuo se diluye, pero no para entregarse al colectivo, sino para poner su “humanidad” o su vida al servicio de un partido político, una ideología o peor… ¡una empresa! ¿No deberían ser las ideologías, las empresas y los partidos políticos los que estén al servicio de nuestra humanidad?

lunes, 26 de noviembre de 2007

Miedo: el arma más poderosa

La guerra de las galaxias, Episodio I: La amenaza fantasma, me pareció una película decepcionante cuando la vi, tal vez por las exacerbadas expectativas que generó en su momento. Sin embargo, hubo una frase que me marcó desde que la vi en el tráiler de la cinta, y es el momento filosófico en el cual el maestro Yoda, ante la insolencia de Anakin Skywalker, le dice una frase que es en realidad una lección de vida: “el miedo conduce a la rabia; la rabia conduce al odio; y el odio conduce al sufrimiento”.

Si tomamos esta trilogía de la Guerra de las Galaxias (Episodios I, II y III) y le quitamos todo ese fetiche generado por computadora que tiene su máxima expresión en Jar Jar Binks, nos queda la historia de Anakin Skywalker. Pero si vamos un poco más allá y analizamos las acciones del “Senador Palpatine” nos quedamos con una crónica política aplicable casi a cualquier gobierno de occidente en la actualidad: cómo alguien utiliza el miedo para apoderarse de los ciudadanos.

En el Episodio I Palpatine se aprovecha del miedo que tiene la Reina Amidala de no poder salvar a su pueblo. Le dice que la República Galáctica se ha convertido en un sistema corrupto, y que la única forma de salvar a su pueblo es aprobando un voto de censura contra Vallorum. Varias peleas de sables láser después, Palpatine asume como Canciller. En el Episodio II, se habla de una amenaza separatista, que sólo puede ser contrarrestada con la creación de un “Gran Ejército de la República”. Varias batalles espaciales después, el miedo se apodera del senado, así que se aprueba la creación del ejército. Finalmente en el Episodio III, ante la creciente amenaza del ejército separatista, Palpatine logra convencer la República de que la única forma de ganar es que le den poderes absolutos para gobernar la Galaxia. Utilizando el miedo de los senadores ante esta “amenaza separatista” (que, como bien sabemos, es controlada por él) se aprueba la moción que le da todos los poderes absolutos y lo convierten en Emperador. Ante el aplauso de los senadores, la senadora Padmé mira a su alrededor y sólo alcanza a decir: “así es como muere la libertad, con un aplauso estruendoso”.

Ojalá todo este asunto de la manipulación del miedo se limitara a algo que ocurrió hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana… Sin embargo, seguimos teniendo ejemplos de la utilización del miedo en nuestro día a día. En el 2004, una “casual” aparición de Osama Bin Laden en la TV norteamericana le dio el último impulso a Bush para que lograse ganarle (por muy poco) las elecciones presidenciales al demócrata John Kerry. El terrorismo fundamentalista islámico es sólo el más reciente de una larga lista de “enemigos” que han poblado la psique norteamericana, desde los nazis a los comunistas, pasando por el “imperialismo económico” japonés de la década de los 80. Sólo las grandes corporaciones y el ejército de “marines” los protegen del malvado sistema socialista y la jihad islámica perpetua.

Precisamente en la antípoda ideológica (porque en los métodos son iguales) se encuentra la izquierda latinoamericana que ve en los Estados Unidos a la encarnación de la amenaza absoluta. El mensaje anti-norteamericano es muy simple: su ejército malvado y sus corporaciones imperialistas nos van a invadir en cualquier momento, y por esta razón es necesario un gobierno fuerte lleno de milicias dispuestas a dar la vida por el líder único, quien es el gran muro de contención para protegernos de esta “amenaza fantasma”. En el lado de los no-alineados con el socialismo, la gran amenaza es precisamente este Estado todopoderoso que los va a borrar del mapa, como si jamás hubiesen existido.

El miedo es un arma poderosa, pues cuando uno logra que quien lo tenga es el otro, uno está en control. El asaltante que tiene el arma puede darse el lujo de pensar, mientras el asaltado tiene la mente ocupada en generar pavor. Es importante no dejarse manipular por el miedo, porque sólo en paz y con la mente en claro se pueden tomar las decisiones correctas. Caer en el miedo, como dice Yoda, es darle paso a la rabia, después al odio y finalmente, al sufrimiento.