miércoles, 20 de febrero de 2008

¿Despecho por un ideal?

Tengo algún tiempo sin escribir porque súbitamente me invadió una sensación muy extraña. Es una especie de despecho, pero no sé si por alguien que estuvo ahí, alguien que no está… o alguien que todavía no ha llegado. ¿Me explico?

Si no me entienden es normal. Yo tampoco me entiendo ahora.

Estuve hablando de esto con una amiga y me lo resumió en una frase muy sencilla: tú estás despechado por un ideal. (¿?) La frase pareciera un sinsentido, pero tampoco es que las cosas que uno siente se rigen por la lógica.

En todo caso, hace tiempo que ya no siento esas mariposas en el estómago de la adolescencia, o quizás comenzando la segunda década. Pero ya pasados los 27, ¿será que ya eso no es para mí? ¿O será que he idealizado demasiado a alguien que jamás va a llegar? ¿O acaso debería olvidarme de ideales y concentrarme en realidades?

Tal vez no es la típica reflexión de este blog… pero los robots también tienen su corazoncito.

lunes, 11 de febrero de 2008

Brevísimo ensayo sobre la razón

A pesar de nuestras innumerables diferencias, los seres humanos también tenemos características comunes. Son casi leyes. Pareciera que vienen impresas en nuestro código genético. Una de esas características, tal vez la más generalizada, es que siempre nos quejamos de “no tener suficiente (inserte cualquier cosa)”.

Algunos nos quejamos por no tener dinero, o porque no tenemos suficientes oportunidades para surgir. Otros se quejan de que tienen dinero, pero entonces no tienen suficiente amor. Algunas mujeres se quejan de no tener suficientes senos y se los operan. Otras de que no tienen cadera. Otras de que no tienen el cabello lo suficientemente liso, otras de que no lo tienen lo suficientemente crespo.

Los hombres se quejan de no tener a alguien con quien pasar su vida. Cuando la consiguen entonces se quejan de no tener suficiente libertad. Si esta persona le da libertades, entonces se quejan de que no los cela lo suficiente… Uno siempre va a creer que la vida, Dios o lo que sea le dio a los demás más de lo que le dio a uno. Se tenga lo que se tenga, uno siente que no es suficiente y va a querer más, más… ¡MÁS!

Pero hay una excepción a esto: la razón.

Sí, la razón. Después de todo, ¿alguna vez han escuchado a alguien decir que le gustaría tener más “la razón”? No. Si alguno ha participado en una discusión (y esto es muy frecuente) verán que cada quien está convencido de tener suficiente razón.

Es la única cualidad que, al parecer, Dios nos repartió de forma equitativa. Aunque cada uno de nosotros no cree que esté prorrateado en dosis iguales; por el contrario, cada quien está convencido de que la monopoliza, y por tanto tiene más razón que los demás.

Lo peor es que, no importa cuanto tengamos, no queremos compartir. De hecho, cuando se trata de la razón, somos particularmente egoístas. Si bien por estas fechas son muy pocas las personas que comparten su dinero, por lo menos hay muchos avaros que se sienten mal cuando ven a personas en la calle. En el fondo, por más desalmados que sean, les da un poco de lástima.

Pero, ¿qué hacemos nosotros cuando vemos a alguien que no tiene “la razón”? Entonces nos burlamos de él, y hasta podemos llegar a ridiculizarlo en una discusión. O hasta hay “atracadores”. Sí. Son esos que en plena discusión, cuando sienten que la otra persona puede tener más razón que ellos, entonces se van a las manos y cree que se la quitan. Creen, insisto.

Definitivamente, si uno de los principales problemas del mundo es la pobreza en cuanto a recursos, otro problema gravísimo es la excesiva riqueza de razón. El que todo el mundo crea que tiene tanta es algo muy peligroso. Tanto en lo religioso como en lo político, se han desatado guerras porque cada creyente o militante cree que tiene la razón, y no aceptan que nadie les diga que no la tiene.

Muy probablemente el mundo sería un lugar mejor si no todos creyéramos que tenemos siempre la razón. Y en esto no pueden negar que tengo la razón =).

jueves, 7 de febrero de 2008

La izquierda y la “voluntad popular”

El día lunes se efectuó una marcha en diversas ciudades del mundo en rechazo a las FARC. La convocatoria la inició un ciudadano común de Barranquilla en un grupo de Facebook de apoyo al presidente Uribe. La convocatoria rápidamente fue creciendo al punto que los medios tradicionales (radio, prensa y TV) se hicieron eco de este fenómeno de Internet en una forma que bien podríamos llamar “el efecto Yasury Yamileth”.

Sabiendo esto desde un principio, no pueden resultarme sino cínicas las palabras de ciertos personeros de la izquierda latinoamericana, quienes en un acto de manipulación burdo anunciaban que la marcha que “originalmente había nacido como un apoyo al intercambio humanitario, ahora tenía tintes políticos de apoyo a Uribe”.

Ni qué decir que canales como Telesur, que la llamaron “una marcha contra la violencia y contra el conflicto armado”, sin poder ocultar en sus propias imágenes los centenares de carteles de “No más FARC” que poblaron la Plaza de Bolívar.

Vergonzosa la actitud del Alcalde de Bogotá, quien en un acto de partidismo bastante lamentable, quería otorgarle el permiso a OTRA marcha, organizada por el Polo Democrático a última hora, para decirle “sí al intercambio humanitario”, y de esta forma acallar la voz de un ciudadano común que, harto de las FARC, decidió convocar una convocatoria para rechazarla.

Pero sin duda lo peor de todo, fue ver a diversos “analistas” en Telesur (entiéndase trasnochados de izquierda que más de una vez, al aire, han dicho Unión Soviética cuando se refieren a Rusia) diciendo que los partidos políticos habían “desconocido la voluntad popular del intercambio humanitario para convertir la marcha en una marcha de rechazo a las FARC”.

Repito: la marcha fue convocada por un grupo de jóvenes que apoyan al presidente Álvaro Uribe y rechazan a las FARC, y el lema de la marcha era “No más FARC”. ¿Por qué el empeño de los grupos de izquierda en desconocer la génesis de la convocatoria? ¿Realmente no lo conocen, o simplemente se trata de una manipulación porque no quieren reconocer que la voluntad del pueblo convocante fue en rechazo a las FARC? Más interesante aún, ¿por qué el Polo Democrático no convocó otra marcha otro día para decirle “sí al intercambio humanitario”? ¿Acaso porque saben que no tendrían ningún éxito?

Hace muchos años, cuando el mundo occidental era controlado por la Iglesia y sus Reyes, éstos siempre utilizaban ese ambiguo término de “voluntad divina” para justificar cualquier locura que les saliera de la mente. Más al norte, se puede cometer cualquier atrocidad “en nombre de la libertad”. Pero es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno, así que prefiero hacer hincapié en estas latitudes, donde la izquierda utiliza otro término igualmente ambiguo y manipulable: “la voluntad popular”. Pero hay algo que no entiendo, ¿no fue esa misma “voluntad popular” la que reeligió a Uribe con más del 70% de los votos? ¿A cuál voluntad popular se refiere la izquierda latinoamericana?

Tal vez la respuesta ya la dio Piedad Córdoba cuando afirmó que este tipo de iniciativas “les resbalan”. A la izquierda latinoamericana sólo le interesa la voluntad popular cuando la puede utilizar para sus propios fines, si no, entonces le “resbala”.

domingo, 3 de febrero de 2008

El falso indigenismo

Actualmente me encuentro trabajando en el guión de un documental sobre el Salto Ángel. Gran parte del material ya fue grabado, por lo que mi tarea en esta primera fase consiste en visualizar todo el material, e ir a fuentes históricas para profundizar el trabajo de investigación.

Entre algunos de los sitios que visité se encuentra el Archivo General de la Nación, institución que ya he visitado en el pasado, investigando para otros documentales que comentaré en otro momento. Sin embargo, lo que quiero resaltar en este post es ciertas actitudes divertidas de personas que practican el “anti-imperialismo” y el “indigenismo” desde un punto de vista a veces lleno de prejuicios.

Apenas entré al Archivo, la persona que me sale a recibir me pregunta sobre el tema a investigar, a lo que le respondo: el Salto Ángel. Por supuesto, el señor de inmediato sonríe y critica con cierta sorna que llame a este salto por este nombre, puesto que la denominación Salto Ángel, dice él, “se le hace en honor a un piloto norteamericano que vino acá diciendo que descubrió cosas y poniéndole su nombre, como siempre tratando de colonizarnos”. No sé qué cara puse al escuchar esto, pero el tipo remató diciendo: “bueno, al menos eso es lo que pienso yo”. Luego pretendió darme una charla con respecto al verdadero nombre indígena del salto, que según él sería Churún Merú.

Luego de respirar profundo con ese aire arrogante que me caracteriza cuando tengo la razón (casi siempre), procedí a explicarle que precisamente el documental trata sobre el nombre del Salto. Que todas las fuentes históricas apuntan a que Jimmy Angel era un buscador de oro, que aterrizó en el Auyan-Tepuy con la intención de encontrar este material. Que jamás le interesó ponerle su nombre y esto sólo ocurrió una vez que en cierto reportaje del National Geographic presentaron a la caída más grande del mundo con este nombre: Salto Ángel.

Pero donde me pude dar más banquete apreciando las reacciones del señor fue cuando le dije que la comunidad indígena pemona de la zona, con quienes conversó el equipo de producción, odian el nombre de Churún Merú. El problema principal es que si bien el Salto Ángel cae en el Río Churún, el río que da origen a la caída es otro, que tiene el nombre indígena de Kerepakupai. Además, el término “Merú” en pemón se utiliza para las caidas de raudal mucho más ancho. Para las cascadas altas y que caen como hilo de agua se utiliza la voz pemona “Vena”. Entonces, de acuerdo a los mismos pemones, el salto debería recibir el nombre indígena de Kerepakupai-Vena.

Después de que le dije esto, el señor asumió una actitud mucho más humilde y me ofreció un nivel de ayuda y simpatía que verdaderamente agradezco. Supongo que tal vez por mi forma de vestir o mi acento del Este de Caracas asumió que no me interesa el país, que no me preocupo por descubrir mis raíces y que tal vez no conozco nada de los indígenas. Apenas un par de minutos después, quien quedó mal por defender un nombre “indígena” que los mismos pemones rechazan, fue él. Motivo de reflexión.