lunes, 28 de julio de 2008

Revoluciones y resentimiento

"- Natividad – llamó el mayordomo.
Es esclavo se aproximó con presteza.
- ¿Señor?
- Quédate aquí un rato.
Las dos figuras quedaron silenciosas ante la masa blanca del edificio.
- Natividad, ¿te gustaría ser amo?
El esclavo no acertaba a responder.
- ¿Te gustaría? ¡Dímelo!
- Pues, tal vez sí, señor.
Presentación Campos guardó silencio un instante, y luego, iluminándosele el rostro con una sonrisa brusca:
- ¿Tal vez? ¡Amo es amo y esclavo es esclavo!
Natividad asintió tímidamente:
- Por eso es buena la guerra. De la guerra salen los verdaderos amos."

Conversación entre el mayordomo Presentación Campos y el esclavo Natividad en Las Lanzas Coloradas de Arturo Úslar Pietri.

lunes, 21 de julio de 2008

Programas libres y el poder de elegir


Tenía tiempo sin escribir porque he estado en un largo proceso de migración del mundo Windows a esa otra dimensión llamada Linux. En principio quería escribir algunos artículos (como el anterior) donde hablara de las ventajas, desventajas y razones por las cuales es bueno utilizar uno u otro sistema; pero creo que lo más importante del movimiento Linux es que verdaderamente le da al usuario la oportunidad de elegir.

En principio, como me identifico bastante con la filosofía de la distribución Ubuntu, y por ser una de las más amigables hacia usuarios como yo, decidí darle una probada. No sólo me parece que es una excelente distribución, que en sí misma ofrece muchas "ediciones", tanto para niños como para adultos. En mi caso, siendo (o al menos intentando ser) cineasta, me decanté por la opción del Ubuntu Studio, enfocada hacia la producción multimedia.

La opción que yo elegí es sólo una de muchas. Basta entrar a la página web de distrowatch para darse cuenta de la cantidad de distribuciones que se presentan para las necesidades de cada usuario: distribuciones pequeñas para móviles, livianas para poder aprovechar computadores viejos, servidores, locales para ciertos idiomas... La verdad sólo cuando uno se da un paseo por esos lares se da cuenta de que cuando se decide utilizar un sistema Windows o Mac, realmente está entrando en un molde que no presenta muchas opciones a la hora de adaptar el sistema a nuestras necesidades.

En particular lo que más me llama la atención es la cantidad de opciones que existen en Linux. Hace unos años, la cantidad de programas existentes para Linux eran el gran defecto, hoy son la gran virtud. Ayer instalé la suite ofimática más popular, OpenOffice, y no me funcionó del todo bien para el esquema de trabajo que quiero utilizar. Al final me pasé a Abiword con Gnumeric y listo... Y lo mejor, ¡no hay que pagar un centavo por nada! Cada uno de estos programas funciona gracias al aporte de cientos de usuarios que mejoran el programa de acuerdo a sus propias necesidades.

Claro que utilizar este sistema no es del todo color de rosa. Por más orientado al usuario que esté, siempre existe la necesidad de tener cierto dominio de computación para poder solventar los pequeños baches en el camino. ¡Ahora mismo estoy peleando con el juego Sauerbraten para que reconozca mi tarjeta de sonido! Sin embargo, es mi elección trabajar en un sistema que me presenta estos retos, porque siento que al final del día, cuando solucione el problema, habré aprendido algo más de computación... Y eso es algo que me puede ayudar cuando algún programa de edición me de algún error extraño en pleno render.

Ahora bien, no soy de los que quieren y pretenden que Linux destruya a Big Gates o Steven Jobs. ¿Que Microsoft y Apple mantienen esquemas de negocios que me parecen arcaicos y que no comparto? Vale, pero no por eso me parece que deban dejar de existir. Como dije en un principio, mi PC cuando arranca me da la opción de comenzar con Windows o con Ubuntu. El que yo como usuario pueda decidir en qué sistema y entorno trabajar, es lo que verdaderamente me parece poderoso.

lunes, 7 de julio de 2008

5 mitos sobre la piratería


Primero que nada, quiero aclarar que esta entrada no es una apología a la piratería ni mucho menos. Tampoco es una defensa a ultranza de las corporaciones que elaboran películas ni programas de computación. Es, como todo el contenido de este blog, una simple reflexión personal abierta al mundo.

La decisión de utilizar programas piratas está penalizada por la ley y es diferente en cada país; así que lo primero que le recomendaría a cada usuario es que revise un poco la legislación de su país para que esté consciente de la clase de pena a la que se expone si comete este delito. Ahora bien, tampoco me parece sano hacerse de la vista gorda y actuar como si la piratería no existiera, porque la realidad es que este sector de la economía crece cada día más.

En el país donde vivo, Venezuela, la presencia de vendedores informales ofreciendo copias piratas de programas es cada día más abierta. Incluso, en alguna emisión de “Aló Presidente”, el entonces diputado Juan Barreto le ofreció al Presidente Hugo Chávez un video de la película “Farenheit 9/11” la cual, aceptó… La película todavía no había sido editada en DVD, y al recibirla, el jefe de estado dijo a vox populi: “ah, es que éste es una copia popular”. Estamos hablando de un diputado del poder legislativo y el Jefe del Poder Ejecutivo, en un acto televisado.

Claro que existen personas que reivindicarán este acto, porque consideran que las malvadas corporaciones colocan los precios muy caros. Tal vez me toque jugar un poco a ser el abogado del diablo, pero es porque considero fundamental desmontar algunos de los mitos que se han montado en torno a la piratería:

Mito 1: La piratería es un acto de altruismo.


Mentira. Así de simple. Si bien una copia pirata puede llegar a costar un precio ínfimo comprado con el costo original, también es cierto que le otorga ganancias al vendedor. Además, muchas veces las copias ilegales son comerciadas por “mafias” que mueven cantidades respetables de dinero, lucrándose con el trabajo de artistas y programadores.

Si estos vendedores fuesen realmente unos Robin Hoods del arte o la tecnología, deberían regalar los DVDs o CDs que queman para que cualquiera pudiese acceder a ellos sin pagar un céntimo. Después de todo, si exigen que artistas y/o programadores regalen su trabajo, ¿por qué ellos, los vendedores, no han de hacerlo también?

Mito 2: La piratería es un acto de rebeldía contra las grandes corporaciones.


Esto es una verdad a medias, al menos en Venezuela. Los vendedores de películas quemadas muchas veces ofrecen filmes venezolanos, los cuales, por cierto, a duras penas recuperan su costo en la exhibición de salas. La venta de películas puede llegar a reducir significativamente el público en salas, lo que ayuda enormemente a que nuestro cine nacional esté en números rojos.

Dudo mucho que a Warner Bros, Disney, o 20th Century Fox le importe un bledo que pirateen sus películas en Venezuela. ¿Cuánto es el porcentaje de ganancia que representa nuestro país en el total mundial? La realidad es que las cintas venezolanas son mucho más afectadas por la piratería que las de las “majors” norteamericanas. Y una vez que este acto afecta a la industria cultural venezolana, esto a su vez se puede traducir fácilmente en menos películas venezolanas y (para variar) más películas norteamericanas inundando nuestra cartelera.

Un amigo me comentó que en las Bahamas los vendedores de CDs piratas tenían la delicadeza de no vender música de las Islas en versión pirata. Si eres un turista en Bahamas y te quieres comprar “Who let the dogs out?” de Baha Men, pues tienes que comprarte una copia original para que los artistas puedan recibir el justo pago por su trabajo. A esto llamo yo piratas nacionalistas.

Mito 3: La piratería ayuda a la población de bajos ingresos.


Esto es cierto sólo hasta cierto punto. Lo primero que hay que recordar de la piratería es que rara vez se trata de un individuo que quema él mismo las películas, hace él mismo las carátulas y se queda con todas las ganancias. Como ya se dijo antes, la mayoría de estas cadenas de distribución ilegales vienen desde arriba, mucho más arriba de lo que uno cree. Algunas películas son robadas directamente desde los estudios Hollywoodenses, y la presencia de cintas asiáticas demuestra que gran parte de la distribución ilegal proviene desde esta parte del mundo.

Sin embargo, lo importante que hay que rescatar es que los individuos que venden las películas piratas, en su mayoría pasan a ser simples peones o empleados de estas mafias ilegales. Claro que al no recibir ningún tipo de protección legal, ni estar amparados por la ley del trabajo, y en vista que su patrón tampoco le cancela al IVSS para garantizar la seguridad social del empleado, pues es de suponer que la situación de los vendedores sería mucho mejor si vendieran películas o programas en algún negocio legal.

Mito 4: La piratería no se puede combatir.


Hace un par de años, más o menos, ocurrió un hecho bastante funesto. Jóvenes venezolanos grababan con celulares encuentros sexuales en sus liceos, y luego los vendían en DVDs en muchos puestos piratas. Al tratarse de pedofilia, las autoridades venezolanas inmediatamente movilizaron a la Guardia Nacional para retirar todo este material de los puestos de buhoneros, lo que dio paso a una de las imágenes más surreales que he visto.

En mi peregrinaje diario por el centro de Caracas para ir al canal de TV donde trabajaba en ese momento, durante esa época pude presenciar varias veces como un oficial del ejército escarbaba en un mar de películas piratas (ilegales) buscando las dichosas cintas de pornografía. En resumen, lo que debía pasar por su mente era algo así: “a ver, voy a tomar esta película pirata e ilegal… No, esta película pirata e ilegal no es la que yo estoy buscando… Así que vuelvo a poner esta película pirata e ilegal donde estaba y listo”…

Algo similar pasó cuando el abogado de Roxana Díaz obligó a que se retiraran todas las copias de la grabación que ella protagonizó junto a Jorge Reyes. El resultado es que efectivamente todas las cintas del video sexual fueron retiraras de los puestos de buhoneros… Entonces, si pueden combatir casos específicos, ¿cómo es que no pueden contra la piratería en términos generales? ¿Será porque no les interesa?

Claro que culpar de esta inactividad a las autoridades venezolanas sería simplificar el asunto; porque el último mito que voy a nombrar, es verdaderamente espeluznante y es lo que hace que esta entrada parezca una apología a la ilegalidad. Ahora siéntense, respiren profundo y lean a continuación el…

Mito 5: Las corporaciones buscan combatir la piratería.


Esto es, nuevamente, una verdad a medias. Si bien es difícil meter todos los casos en un mismo saco, la realidad es que gran parte de las corporaciones han optado por hacerse de la “vista gorda” con la piratería en muchos casos. ¿Las razones? Simples estrategias de mercado.

Tomemos como ejemplo la más gigante de las gigantes: Microsoft. Es absurdo pensar que esta empresa no sabe cuándo un usuario de hogar tiene una copia pirata de Windows en su PC. Cada copia tiene un número serial que lee la central cada vez que el sistema operativo se actualiza. ¿En realidad no detectan cuando decenas y decenas de usuarios en IPs diferentes tienen el mismo serial para su sistema operativo? Evidentemente sí, pero a esta empresa le conviene enormemente que los usuarios tengan copias piratas de este sistema operativo en su PC…

¿Por qué le conviene a Microsoft que usted tenga Windows en su PC? Pues muy sencillo, porque el día que Microsoft empiece a perseguir a los usuarios de hogar que utilizan copias piratas, la gran mayoría de ellos, antes que comprar una copia legal del programa, posiblemente decidan emigrar a Linux. ¿Y qué ocurriría si los usuarios deciden emigrar a Linux? Que las empresas también lo harán, y como resultado, Microsoft perdería el mercado empresarial, su nicho más valioso y a quienes sí persiguen cuando tienen copias piratas.

La cadena es muy simple: la gente tiene Windows pirata en su casa, luego la gente está acostumbrada a Windows, luego, las empresas están obligadas a tener un entorno de oficina Windows. El día en que esta ecuación cambie, Microsoft temblará. Recordemos que muchas distribuciones de Linux son gratis, y si las empresas no las utilizan en la actualidad es porque lo que se ahorren en la compra del sistema operativo, terminarían gastándolo en tiempo y dinero entrenando al personal para que aprenda a utilizarlo. Al final es más negocio comprar una licencia de Windows, porque es el sistema que la mayoría de la gente tiene en sus casas.

¿Lo mismo ocurrirá con otros programas y con películas? ¿Las empresas tolerarán este hecho como una estrategia de dominación bajo cuerdas? No lo sé, pero sin duda es motivo de reflexión.

jueves, 3 de julio de 2008

Programas, piratería y código abierto

Recientemente he comenzado a tener mis primeras experiencias con sistemas operativos Linux, y la verdad es que el resultado es muy positivo. Me he enfocado un poco en Ubuntu Studio, principalmente porque está orientado a la realización de audio y video, área profesional en la cual me desempeño.

La principal razón por la cual comencé a buscar opciones de edición de código abierto es porque las opciones de programas privados son, simplemente, demasiado costosas. Y me explico, no es que los precios de Avid, Adobe Premiere Pro o Final Cut sean demasiado elevados, porque los precios son apenas 2.500, 1.600 y 1.200 dólares, respectivamente; una cantidad de dinero modesta si se piensa en la cantidad y calidad de tecnología a la que se está accediendo. Además, más que un gasto es una inversión a la cual pronto se le debería ver el retorno.

Luego de llamar a las distribuidoras locales de dichos programas, se me quitaron por completo las ganas de adquirir estos programas. La suite de Avid, esa misma que cuesta apenas 2.500 dólares en su página web, me fue ofrecida por el “módico precio” de 13.500 BsF (unos 6.280 dólares) por el distribuidor en Venezuela. El Adobe Premiere Pro, un programa con el cual ya he podido trabajar en algunas productoras (y cuyo precio ronda los 1.600 dólares) me lo ofrecieron en 11.000 BsF (5.100 dólares). Después de escuchar esto sólo me quedó una duda:

¿Los distribuidores están en drogas?


¿Quién creen que van a comprar esos programas por esos precios? Además, tanto Avid como Adobe ponen sus productos a la venta desde su misma página web, al precio en dólares en EE.UU. Por si fuera poco, en el caso de Adobe Premiere Pro, uno se puede bajar directamente el programa desde Internet, lo que hace innecesario esperar por la llegada de un DVD o sus manuales (los cuales son enviados en PDF, algo que agradecerán algunos árboles).

Esta es una excelente opción… si yo viviera en otro país. Pero para quienes no conocen la realidad venezolana, deben saber que en la actualidad los venezolanos no podemos gastar más de 400 dólares anuales por concepto de compras por Internet, con lo cual se hace imposible adquirir cualquiera de estos productos. Entonces, ¿qué opción queda? ¿Comprar el producto con más de un 100% de sobreprecio?

La verdad es que con 13.500 BsF creo que podría comprarme un pasaje a Miami, pagar la estadía, comprar allá el Avid Media Composer Y el Adobe Premiere Pro (puesto que sí disponemos de 5.000 dólares anuales por concepto de uso de tarjetas en el extranjero). En resumen: con lo que me cobra un distribuidor venezolano, puedo comprarme los dos programas en EE.UU. además de pagarme las vacaciones.

Lo peor de todo es que es un secreto a voces la presencia de copias piratas de todos estos productos en diversos puntos de vendedores informales del país. Y por si no quiere pagar los 3 o 5 BsF que cuestan estas copias en DVD pirata, ya es posible bajarse muchos de estos programas a través de protocolos P2P como Emule o LimeWare.


La verdad todo esto me lleva a una reflexión, recordando los conceptos de centro y periferia que a principios del siglo XX aplicara la Escuela de Frankfurt a los conceptos de Comunicación, pero en este caso aplicado la tecnología. Es bastante absurdo que quienes no vivamos dentro de las fronteras de EE.UU. (centro), sino en Latinoamérica (periferia) debamos pagar el “sobreprecio” de transporte de los productos, sobretodo tomando en cuenta que nuestras economías son mucho menos fuertes que las de los países del G8

La verdad es que con este panorama es muy complicado tomar postura por ninguno de los dos bandos. Tanto piratas como corporaciones tienen ambos cosas buenas y cosas malas, pero ya esta entrada está muy larga, así que hablaré más al respecto en otra ocasión.