Hace una semana un
compañero de trabajo me preguntó si no extrañaba Venezuela. La
pregunta me agarró fuera de base, y más aún la respuesta: no, no la extraño... Lo
que me costó un poco fue justificar por qué. ¿Por qué no extraño
Venezuela, el país en el que me nací y me crié?
Lo más fácil sería
simplemente hacer un balance de lo mal que vivía en Venezuela y lo
bien que vivo en Canadá, pero creo que sería simplificar demasiado
el asunto, por más que ciertos amigos, conocidos y colegas sí
tengan la visión que quienes decidimos emigrar somos personas
egoístas que nos desinteresamos de los demás y sólo pensamos en el
bienestar propio. La realidad es que no puedo extrañar Venezuela, al menos en el sentido de querer regresar a ella, porque esa Venezuela donde yo nací y me crié simplemente no existe.
Para poner un ejemplo
concreto. Yo nací en Caracas, Distrito Federal, una figura política
que desde hace doce años no existe. Gran parte de mi adolescencia la
pasé frecuentando los alrededores del Paseo Anauco en la Candelaria
(que ha cambiado al punto que, al menos hace un año, estaba
completamente irreconocible para mí). Tal vez mi zona favorita de
Caracas era la Plaza de los Museos, pero principalmente por el Ateneo
de Caracas, donde me encantaba pasar tardes yendo a los ciclos de
cine en la Sala Margot Benacerraf. Nada de eso existe ya, al menos
como yo lo conocí.
Si voy a un caso más
drástico, puedo hablar del suceso que ocurrió hace casi cinco años
y me motivó a irme del país: el cierre de RCTV. Tal vez es un poco
irónico que yo nombre esto porque en diciembre del año 2006 yo
renuncié a RCTV porque cambiaron al jefe de escritores del programa
donde yo trabajaba y yo no compartía en absoluto el enfoque que él
quería darle al programa.
Ahora, una cosa es que yo
no quiera trabajar en RCTV y otra es que yo no quiera que
exista ese canal.
Aunque no defiendo a RCTV
como empresa, sí defiendo su derecho a existir, especialmente en una
sociedad democrática, ya que me parece un sin sentido decir que los
ciudadanos están en capacidad de decidir quién es el Jefe de Estado
y Comandante en Jefe de la Fuerzas Armadas... pero no están
capacitados para decir qué canal de televisión ver.
El cierre de RCTV no me
impulsó a irme únicamente por el terrible antecedente que fijó
contra la libertad de expresión, o por el doble discurso que
mencioné en el párrafo anterior. Me fui de Venezuela porque el
cierre de RCTV significó la puesta en práctica de una filosofía que
había leído en un graffiti muchos años antes: “con hambre y
desempleo... con Chávez me resteo”. Sí, con la salida del aire de
este canal 3.000 personas se quedaron desempleadas en
un país donde, supuestamente, la mayor preocupación es la falta de
empleo.
En un país siempre va a
haber diferencias políticas, precisamente porque todos tenemos una
visión diferente del bien común, o al menos de cómo conseguirlo.
Pero en ese graffiti, y después en el cierre de RCTV, se dejó bien
claro que quienes defienden la Revolución Bolivariana no ven en ella
un medio para conseguir una mejor Venezuela, sino que la Revolución
Bolivariana es en sí misma un fin, y cualquier medio es válido para
conseguirlo.
Una gran parte de los
venezolanos piensan así, ¿y quién soy yo para contradecirlos?
Muchos critican a quienes nos vamos por no luchar por el país.
Pero, ¿saben qué? Después de doce años yo siento que estaba
luchando contra el país, porque la mayoría de los
venezolanos no comparte mi concepto de progreso y prosperidad.
Entonces, ¿qué hacer?
Cuando me fui de RCTV me
reuní con el nuevo jefe de escritores y le dije: “el tipo de
contenido que tú manejas no es el que yo escribo, ni el que mejor
hago. Creo que sinceramente no tengo nada que aportar aquí, así que
mejor me voy”. Y creo que eso exactamente es lo que me ocurrió con
Venezuela, que no tengo nada que aportarle.
Claro, muchos leerán esto
y dirán que exagero, o que soy un cómodo, o que simplemente estoy
equivocado. No sé si tendré razón o no, pero de eso creo que
hablaré en otra entrada.