La anécdota en cuestión ocurrió el pasado viernes. Para variar un poco, no me llevé la comida de mi casa al trabajo, razón por la cual me vi obligado a comer en la calle. Un par de amigos de la oficina me dijeron que ellos iban a comer en el cafetín del Instituto Nacional de Espacios Acuáticos (INEA), que tiene su sede en la Urbanización Las Mercedes, muy cerca de donde trabajo. Como la opción era económica, me animo a probarla.
Llegado el mediodía vamos caminando al edificio en cuestión, con la sorpresa de que nos encontramos unas cintas amarillas rodeando el edificio. Al parecer la construcción está cerrada, e incluso uno de mis compañeros sugiere que se trata de una medida preventiva después del temblor. Nos acercamos al vigilante para preguntarle qué había ocurrido y nos da una respuesta tan enrevesada que termina por oscurecer más que aclarar la situación.
En cuanto al tema que nos interesa, sí nos informa que el cafetín está abierto, así que podemos ir a comprar la comida. Haciéndole caso pasamos por un pequeño camino que quedaba entre las cintas y las oficinas. Allí veo una de las imágenes más impactantes del día: un cuadro donde aparece un esquema con la foto del Presidente de la República, la foto del Ministro del Ambiente, y luego la foto de quien presumo es el Presidente del Instituto. Lo terrible no era la imagen, sino el título del cuadro, que en lugar de decir "organigrama", decía simplemente "Cadena de mando".
¡CADENA DE MANDO!
En fin, que la cara de sorpresa que coloco le saca una sonrisa a alguno de mis compañeros. Seguimos caminando y llegamos al cafetín, que pinta bastante normal. No es ningún tipo de sorpresa encontrar que todo el personal que atendía estaba uniformado de rojo. Contengo la respiración como si fuese a sumergirme en el agua y comienzo a hacer la cola.
Lo primero a elegir son los jugos. La chica amablemente nos ofrece varias opciones, todas las cuales me resultan desagradables a excepción de la lechosa. Pido un jugo de lechosa, pero justo cuando lo va a buscar... ¡Oh, sorpresa! ¡Se acabó! Le pregunto si va a haber más y ni siquiera sabe como responderme. Pido un jugo de melón.
Lo próximo a solicitar es la sopa. Nos dicen que lamentablemente no tienen envases para sopa, así que nos ofrecen servirlas en vasos de plástico (indénticos a los del jugo). Me encojo de hombros y decido aceptar; después de todo, no quería ser el rompe grupos.
Finalmente mis amigos piden la comida que quieren. Llega mi turno, y cuando digo la frase "para llevar", la mujer que atiende, con un tono casi de disculpas en su tono me dice: "disculpe, pero es que se nos acabaron los empaques para llevar". Veo a la tipa fijamente y le pido algún tipo de alternativa. La mujer me dice que ya habían pedido más empaques para llevar y no habían llegado. Mis amigos me dicen que si quiero podemos comer en el cafetín. Yo miro alrededor, mientras la mujer de la cantina me insiste en que no puedo pedir la comida para llevar. Yo respondo en tono neutro que entonces no pediré comida allí. Le devuelvo la sopa, me doy media vuelta y me voy.
Mis amigos me detienen, divirtiéndose con lo que consideran "mi mala suerte". Yo en este punto estoy deprimido con la situación, que más allá de una simple anécdota personal, me parece una metáfora de la pobreza, escasez y conformismo que poco a poco se ha ido apoderando del país. Les digo simplemente que no puedo seguir más en el sitio y me voy.
Me fui al Centro Comercial Tolón, una especie de burbuja a donde todavía no ha entrado el socialismo del siglo XXI. Allí pude elegir entre una gran variedad de comidas. Al final pedí sushi, y me lo dieron para llevar, sin ningún problema.
Un conmovedor video de @radiorochelaoficial con una selección de...
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A post shared by Harold Lopez Garroz (@haroldlgarroz) on Dec 10, 2018 at
3:45pm PST
Un conmovedor video de @radiorochelaof...
Hace 5 años.
1 comentario:
Si te sirve de algo, una vez logré comer allí. La sopa estaba grasosa, el pollo era un montón de cartílagos y pellejos, el arroz no tenía ni una pizca de algo que le diera sabor y los tostones no estaban tostados y eran secos y fibrosos.
Era como comer caucho licuado y compactado en forma de comida. Pero es barato, no se te olvide!
Evidentemente, no volví.
Y también estoy cansada de tener que quedarme con "lo que hay" y no con lo que yo quiero. Lamentablemente, con este régimen, es cada día más común ir al mercado y tener que conformarse con cualquier cosa.
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