
Cuando uno lee la historia de Japón, se encuentra con un país que quedó completamente devastado después de la Segunda Guerra Mundial, y profundamente atormentado por los bombardeos atómicos que propició Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki. Después vino un período de ocupación por parte de los aliados, hasta que finalmente hacia principios de la década de 1950 Japón volvió a ganar su soberanía. Fue entre este año y 1980 que ocurrió lo que los analistas e historiadores llaman el “milagro económico”, que consistió básicamente en un rápido crecimiento económico del país nipón.
Uno de los pilares de la economía del país asiático era la manufactura, la cual comenzó a desarrollarse inicialmente a partir de la transferencia de tecnología europea y norteamericana. No sería hasta la década de los 80’s que los japoneses finalmente comenzaran a erguirse como una potencia que estaba a la vanguardia de las más modernas investigaciones tecnológicas. Entonces, ¿por qué hacía diez años que Go Nagai se fumó esa lumpia de un robot gigante que salvaba Japón?
Si bien podríamos ponernos intensos a la hora de analizar cuál es la raíz mítica asiática que da lugar al arquetipo del robot gigante, creemos más provechoso enfocar la reflexión en otro sentido. ¿Fue un Japón sumamente moderno y tecnológico lo que influenció la aparición del género mecha? ¿O acaso no sería al revés, y fue la aparición de este género fantástico lo que poco a poco fue calando en el imaginario colectivo japonés lo que los hizo verse a sí mismos como un país que podría llegar a convertirse en la punta de lanza de la tecnología mundial? Tal vez, la realidad es que fueron ambas. Hoy Japón es un país que produce robots tanto en la ficción como en la realidad. Muy probablemente una nutre a la otra, y tratar de averiguar cuál fue la primigenia sería volver al cuento del huevo o la gallina.
Hago esta reflexión porque me preocupe, sinceramente, qué clase de cine, telenovelas y productos culturales hacemos los latinoamericanos. ¿Cómo nos vemos reflejados? ¿Qué clase de ciudadanos somos en nuestras historias de ficción? ¿Por qué siempre nos escudamos diciendo que “mostramos la realidad”? Creo que la calle que comunica a la realidad con la ficción es doble vía. A veces tenemos que permitirnos soñar un poco en la ficción para darnos esperanza en la realidad. Como dice la canción de Aerosmith: “sigue soñando hasta que tus sueños se hagan realidad”.