Venezuela es un país esquizofrénico, de eso no me queda la menor duda. Muchas veces me he sentido como que no pertenezco aquí, por toda una serie de razones que tal vez explicaré en otra entrada. Sin embargo, como una especie de abreboca quiero sentarme a escribir con respecto a uno de los principales dilemas a los que nos enfrentamos quienes nacimos en esta rivera del Arauca vibrador: ¿somos caribeños o sudamericanos?
Pareciera ser lo mismo, o al menos algo bastante parecido; pero no. Durante años me sentí culpable por detestar el reggaeton. Desde los canales de TV, hasta los partidos políticos utilizan el reggaeton como una forma de llegar a las clases “populares”. ¿Dónde me deja esto a mí? ¿Será que yo no soy de una clase “popular”? ¿Será que soy un pequeño burgués influenciado por el rock y los ritmos del norte? Probablemente sí, pero es aquí donde viene una de las paradojas: el reggaeton está instaladísimo en los Estados Unidos, al igual que el Hip Hop, el rap y cualquier otra cantidad de ritmos que, por parafrasear a Quico “no me simpatizan”. Por si fuera poco, la mayoría de las personas que conozco que escuchan reggaeton viven en La Unión y Cerro Verde (zonas de “alcurnia”), mientras que quienes escuchan rock (rock, y nada más que rock) viven en Catia y La Av. Fuerzas Armadas (zonas “populares”). Entonces, si no es necesariamente un asunto de clases, como algunos quieren hacer ver, ¿qué es?
El año pasado ocurrió algo que me abrió los ojos: viajé a Chile. Sí, Chile, un país sudamericano igual que el mío, donde la gente habla español, se considera latinoamericana y echa broma igual que uno…
De alguna forma me sentía más cómodo en Santiago que en Caracas. Entre otras cosas, la cartelera musical que ofrecía la ciudad era más acorde a mis gustos. Fui a una Fonda donde tuve la oportunidad de ver un concierto de Los Tres, además de escuchar cueca (no muy diferente del joropo venezolano, por cierto). Claro que cuando uno está de turista, todo se ve más “bonito”; pero este caso era diferente, era como que me sentía “en casa”.

La razón por la que viajé fue un seminario de guión, en el cual había personajes de muchas nacionalidades. De inmediato congenié con un grupo de uruguayos y chilenos, y también me la llevaba muy bien con los argentinos… Nos sentábamos a hablar de fútbol, de rock (tanto anglo como latino) y todo simplemente fluía… Incluso fluía más que con otros venezolanos presentes… Y fue entonces cuando me di cuenta de la razón: yo soy sudamericano. Y ustedes dirán, ¿pero todos los venezolanos no lo son? Pues claro, pero la mayoría, la gran inmensa mayoría, se sienten “caribeños”…
Me explico. Cualquiera que haya visto un mapa de Venezuela, sabe que las principales ciudades del país están en el norte, muy cerca de nuestra costa con el Mar Caribe. ¿La razón? Probablemente flojera de los conquistadores españoles, a quienes no les dio la gana de meterse demasiado al sur del país… El caso es que, tal vez por esto, nuestras ciudades tienen más relación con los países del Caribe. El acento caraqueño se parece más al cubano o dominicano que al colombiano o peruano; el “deporte nacional” es el béisbol (igual que en Cuba, República Dominicana y Puerto Rico), y los ritmos musicales predominantes son la salsa, el merengue y el reaggetón, igual que en el resto del caribe.
Así de simple. El país se divide en dos grupos:
Los caribeños: que escuchan música bailable, ven el béisbol y les encanta la playa.
Los sudamericanos: que escuchamos rock, vemos fútbol y nos encanta la montaña.
La mayoría “caribeña” controla el país. Como decía esa cuña de Maltín Polar donde salía Juan Arango: “Arango también es un líder Maltín”. El mensaje es claro: éste producto símbolo de la venezolanidad, que siempre ha patrocinado a beisbolistas grandes ligas, hace un pequeño paréntesis para darle espacio a un futbolista, pero no teman, el béisbol sigue siendo el deporte “nacional”.
Los que escuchamos rock y nos gusta el fútbol, igual que al resto de Sudamérica, ¿no tenemos también derecho a ser venezolanos? ¿Por qué tenemos que ser tratados como una excepción, casi como si estuviéramos locos? ¿Será que tenemos espacio en este país?
Esta reflexión continuará.