En realidad, creo que ese antiguo dilema de derechas e izquierdas (importado de Europa, además) murió con el siglo XX. En principio, como se comentó en una entrada anterior, es muy difícil para la gente de la generación Y en adelante defender un sistema político, cualquiera que sea, ya que sienten que ninguno los representa ni vela por sus intereses. Y razón tienen.
Un minuto de silencio por las ideologías

En principio, es fácil ver cómo los países que siguieron una doctrina pura terminaron chocando contra la pared que significaba su propia ideología. Por un lado, los países que decidieron casarse con el bloque comunista terminaron suprimiendo tanto la iniciativa individual que terminaron cediendo ante las mismas masas que supuestamente querían proteger. La razón es sencilla: este tipo de sistemas nunca velan por el bienestar general, sino por lo que ellos creen que es el bienestar general. Más importante aún, se olvidaron que a fin de cuentas, las masas no son más que un conglomerado de individuos... Y predirle a una persona que renuncie a su individualidad en beneficio de lo que unos pocos burócratas del comité del partido consideran que es lo mejor para el país, no dista demasiado del funcionamiento corporativo que la “dictadura del proletariado” dice combatir.
Por otro lado, la derecha con su retórica de libertad y progreso, terminó colapsando ante un fenómeno que muy inteligentemente mi padre definió en una conversación muy reciente como “La suma de todas las avaricias”... A fin de cuentas, nadie tuvo la culpa, pero todos la tuvieron. Ese exacerbado individualismo que terminó cediendo ante el egoísmo y la avaricia, llevó a las compañías y personas a olvidarse de la simbiosis que existe entre todos nosotros...
El caso venezolano
Hace tiempo hablaba de una conversación que tuve con un amigo en la cual él me hablaba de que el sistema económico que impera en Venezuela es el feudalismo, y los sucesos recientes parecen darle la razón. En un momento en el cual impera el pánico por la situación de las bolsas económicas a nivel mundial, ¿alguien se ha preocupado por la situación en la Bolsa de Valores de Caracas? No... Y no tiene por qué preocuparse; después de todo, la cantidad de capital que se mueve en ese mercado es ínfimo... Todos los venezolanos están claros en que la gran mayoría de los recursos del país se encuentran repartidos entre unas pocas familias por un lado; y la “boliburguesía” que dispone de la renta petrolera, por el otro... No hay movilidad de capital, ni movilidad social. El país se encuentra estancado.
Ayer justamente leía un buen artículo de opinión en El Universal, donde se hablaba de la situación del país. Lo que no me gustó del enfoque que le dio el columinista es que una vez más, se culpaba a las clases medias y bajas por lo que ocurre, en una frase donde se decía que seguiremos teniendo caudillos mientras haya gente dispuesta a seguirlos... Yo propondría ir un poco más allá y preguntarnos, ¿por qué hay gente dispuesta a seguirlos? Precisamente por lo que se comenta ante la entrada anterior... Si la gente siente que el sistema imperante no les va a garantizar un buen nivel de calidad de vida, indefectiblemente apostarán por un cambio. Incluso me animé a enviarle un correo a la columnista donde, de manera más tajante le decía que “mientras en Venezuela no impere un sistema liberal, sino un Feudalismo disfrazado, seguirán apareciendo Caudillos disfrazados”...
¿Cómo llegamos a esto?
En esa conversación improvisada que tuve con mi padre, y a la cual se unió mi hermana, pronto salió a relucir lo complicada que se había puesto la situación en Venezuela. Entre otras cosas, hablamos sobre cómo en Venezuela el sistema había llegado a unos intolerables niveles de individualismo que, lejos de motorizar el progreso y bienestar general, habían llegado a unos terribles niveles de competencia donde el sistema de devoraba a sí mismo. Todo el mundo defiende su parcela y nadie está dispuesto a ayudar a nadie.
Entre otras cosas, cada uno comentaba cómo esto se manifestaba en su área profesional. El resultado que vimos que teníamos en común es que todos nos habíamos aislado de nuestras relaciones profesionales porque sentíamos que éramos utilizados todo el tiempo. Y la realidad es que así es... Es algo a veces tan sutil, que es difícil que la gente lo sepa de manera conciente. Tal vez es el instinto de supervivencia, o tal vez, como plantea el siguiente documental de la BBC, se debe a una corriente filosófica y económica surgida desde los laboratorios norteamericanos durante la Guerra Fría.
Si disponen de tres horas de su vida para ver un material que probablemente les haga replantearse la manera en que viven sus relaciones con los demás, los invito cordialmente a que vean el documental La Trampa: lo que pasó con nuestros sueños de libertad de Adam Curtis. Una vez más, algo que conocí vía Blogacine. Son tres capítulos de una hora de duración cada uno y están a continuación:
Capítulo uno: Jode a tu compañero.